CERES celebra el Día sin Alcohol, apuntalada en Tomelloso tras un cuarto de siglo, en el que ha atendido a 1.400 usuarios en su Comunidad Terapéutica

Fundación CERES celebra el Día sin Alcohol apuntalada tras un cuarto de siglo en el que ha atendido a 1.400 usuarios

TOMELLOSO (CIUDAD REAL), 15 Nov. (EUROPA PRESS) –

La Fundación Centro de Recursos Sociales Ceres, ubicada en Tomelloso, celebra el Día Mundial sin Alcohol, efeméride marcada en el calendario este miércoles, 15 de noviembre, en un 2023 en el que cumple ya un cuarto de siglo y acumula 1.400 usuarios atendidos desde el corazón de La Mancha.

Una entidad que se constituyó legalmente en 1997 con la visión altruista de ayudar a la gente, a través de la creación y puesta en marcha de proyectos que promovieran la inserción laboral, y, por ende, social, de todas aquellas personas que por factores diversos pudieran encontrarse en una situación de riesgo o vulnerabilidad.

Tal y como explica la entidad en su web, desde su creación, lo que ha impulsado y orientado el accionar de Fundación Ceres ha sido la vocación de servicio público. Esto se traduce como una especial capacidad de estar cerca de la gente. “Cada iniciativa que ponemos en marcha, año a año, es una respuesta directa a ese saber escuchar, saber comprender, saber estar cerca y saber brindarnos como lo que somos, una institución de interés social que trabaja para el beneficio de la gente”, aseguran.

Fundación Ceres trabaja de manera articulada con los servicios sociales y sanitarios del Gobierno de Castilla-La Mancha, atendiendo la demanda de servicios existentes en las áreas anteriormente citadas.

“En este sentido, buscamos distinguirnos en la selección de los profesionales que integran cada programa y/o proyecto. Nos guía la calidad y excelencia profesional, el trato humano y cooperativo. Buscamos aunar nuestra trayectoria y el aporte de nuestra experiencia institucional con la innovación que exigen los nuevos tiempos”, dicen.

ÉXITO TRAS LA “INCERTIDUMBRE Y EL TEMOR”

La patrona de Fundación Ceres, Antonia Valverde, ha atendido a Europa Press para relatar cómo los inicios de Ceres hace 25 años “no estuvieron exentos de dificultades”, sobre todo al ponerse en marcha como comunidad, cuando se generó “incertidumbre y temor”.

Pero, “explicando las cosas y poniendo nombres a una enfermedad peligrosa”, se pudo contactar con gente que ayudó para poner en marcha este recurso en la capital de La Mancha, detalla.

Se han tratado ya 1.400 personas en 25 años, y lo más importante es que esas personas “han querido venir” a tratarse en Ceres, consiguiendo recuperar a más del 50%.

Un “logro mayor” según la patrona de la Fundación es que se mantiene un 30% del total de los atendidos sin consumir y “totalmente recuperadas”, también mujeres, ya que cada vez “hay más chicas que dan el paso”.

“Nuestra metodología está llena de soporte técnico pero también de humanidad, con un grado que hay que tener siempre cuando una persona se acerca con un problema como este consumo de alcohol”, ha apuntado.

Bajo un paradigma marcado por la vocación de recuperar a los enfermos, en Ceres se apuesta “por la prevención y por la lucha contra el estigma”, con una labor que arranca en los colegios.

El alcoholismo, ha recordado, “es una auténtica enfermedad, no un vicio”, en la que “hay que ir formándose paulatinamente”, para lo que el enfermo es el que mejor “ayuda a caminar” a la fundación en su recorrido.

“Todos trabajamos para recuperar al enfermo pero tenemos nuestras señas de identidad, que son una recuperación en la que el enfermo es el protagonista. Todo es pactado, consensuado con el enfermo, porque esa fórmula es la que mejores resultados da a la larga”, ha abundado.

 

EL ALCOHOL, “NORMALIZADO”

 

Una de las coordinadoras terapéuticas de Ceres, Laura Morales, ha defendido por su parte que la prevención es algo “fundamental” en el funcionamiento de la Fundación, una prevención que “ayuda a que los enfermos no lleguen a necesitar tratamiento” y que pasa además por trabajar con la población más joven.

Cada año, ha alertado, disminuye la franja de edad de personas que se inician en el consumo de alcohol, por lo que la prevención pasa por apuntalar un mensaje de “tener información, conocer qué riesgos puede haber si se consume y decidir con esta información si se continúa o no consumiendo”.

Actualmente, con el alcohol, “lo normal es consumirlo y no consumirlo no es normal”, lo que se debe a una “presión social” que en muchos casos hace que las personas terminen por ingerirlo.

El trabajo de Ceres va encaminado a que las personas tengan “capacidad de decisión” toda vez conozcan los riesgos del consumo, por lo que se pretende que todas las personas sean conocedoras de la peligrosidad del alcohol, una sustancia “muy integrada y muy presente en cualquier forma de ocio y de diversión”.

Ceres, como recurso sociosanitario, lleva más de 25 años trabajando con dos vías de acceso, desde plazas públicas gestionadas por la Sociedad Sociosanitaria de Castilla-La Mancha por las que se accede desde centros penitenciarios o recursos ambulatorios.

Entran usuarios desde los 18 años y cada vez son más jóvenes, tal y como ha detallado Morales, quien ha indicado que el modelo es de “atención integral, centrado en la persona y con distintas terapias”.

Desde que una persona ingresa, se inicia una evaluación inicial en la que se testa cada área del usuario, ya que “cada tratamiento tiene una estructura” con itinerarios individualizados.

Posteriormente, el tratamiento se compone de terapias grupales que también dan cabidas a actividades de todo tipo, hasta deportivas. Los fines de semana hay salidas terapéuticas

 

GEMA, EJEMPLO DE SUPERACIÓN

 

Una de las usuarias del centro, Gema, ha ofrecido su testimonio, en el que ha apuntado que su consumo se originó por una mala relación de pareja que terminó. Se trasladó de Girona a Puertollano, donde siguió consumiendo por haber adquirido una adicción, lo que provocó que le quitaran la custodia de sus dos hijos.

A partir de ahí ingresó en Ceres, donde a pesar del tratamiento siguió consumiendo, por lo que perdió su plaza. Después de un año y medio, la situación a la que llegó, empeoró.

“No era persona. Era un despojo humano. Decidimos, con mi consentimiento, ingresar otra vez”, ha relatado esta usuaria del centro.

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